En este puente vacacional, tuve la oportunidad de vivir la experiencia de tratar con una persona discapacitada en virtud de que carece totalmente del sentido de la vista. Lo anterior por ser compañera de mi hija en la carrera de Psicología en la Universidad y acordaron que en estos días iba a visitar nuestra bella ciudad de Oaxaca, la joven de 21 años originaria de Guatemala, responde al nombre de Marcela Lorenzana Padilla y es apoyada para la realización de todas sus actividades cotidianas por una perra guía o animal de servicio llamada fitgy, de raza golden retriever y adiestrada por la escuela para entrenamiento de perros guía para ciegos IAP en el Distrito Federal.
Fue mi deseo escribir en este comentario la experiencia vivida, que me permitió percibir directamente que existe discriminación en contra de las personas discapacitadas, a pesar de que nuestro artículo 1º. de la Constitución Federal en su quinto párrafo establece que está prohibida toda discriminación motivada por alguna discapacidad, entre otras causas, por atentar contra la dignidad humana. Además de que en nuestro país existe la Ley General para la Inclusión de las Personas con Discapacidad, que establece las condiciones en las que el Estado deberá promover, proteger y asegurar el pleno ejercicio de los Derechos Humanos y libertades fundamentales de las personas con discapacidad, asegurando su plena inclusión a la sociedad en un marco de respeto, igualdad y equiparación de oportunidades, lo que por desgracia no se cumple, aunado a que muchos ciudadanos no estamos educados para respetar esa igualdad (que no debería estar en duda) de las personas especiales.
Percibí tal situación en primer lugar, cuando fui a recibirlas a la terminal de primera clase de la ciudad, donde, y es natural llamó la atención de las personas el hecho que la estudiante a que me refiero, era guiada por su perra guía, misma que en el arnes que porta hay un letrero que dice “Perro Guía. No tocar” bastante visible, pero eso no es lo critico, lo que si lo es, es el hecho que para comprar los boletos a la ciudad de Puebla de regreso, se tuvo que dar una amplia explicación al taquillero del por qué debía aceptar que de regreso le permitieran abordar el autobús con su animal de servicio, una vez que entendió esta persona accedió a la venta de boletos puesto que como dije venían llegando en la misma línea y así había viajado., con la condición de llegar quince minutos antes de la hora de salida. Más tarde fuimos a una tienda que se localiza en el norte de la ciudad donde se impidió el acceso con el animal guía y nuevamente se tuvo que dar una amplia explicación, aceptando el ingreso. En la noche las invité a cenar unas Tlayudas a San Jacinto Amilpas, en este caso fue más evidente la discriminación, puesto que la persona que estaba en la entrada cuidando los carros, me dijo que si permitía el acceso pero que únicamente podíamos sentarnos a cenar en la primer mesa de entrada, esto es casi en la calle, motivo por el cual solicite hablar con el dueño, a quien le expliqué el motivo del por qué se iba con la perra lazarilla y no hubo oposición y permitió el acceso y sentarnos en la mesa que escogiéramos, observando el disgusto de varios comensales.
Al día siguiente fuimos a disfrutar de unas nieves a la Iglesia de la Soledad, me estacioné una cuadra antes, pese a que en este caso si podía utilizar un cajón de discapacitados, pero la costumbre imperó y realmente no lo recordé, por lo que tuvimos que ingresar al área de las nieves por la calle de Morelos a un costado de la Iglesia de San José, obvio busque las rampas especiales y las encontré, pero primero tuvimos que esperar que un ciclista terminara de caminar dicha rampa en el sentido contrario en el que íbamos, para acceder. Pero lo peor, creo que la autoridad municipal, al realizar los trabajos para facilitar el acceso a personas con discapacidad no se asesoran correctamente con los usuarios de los mismos, puesto que las rampas no tienen lógica alguna, no van en forma recta sino alternada y se tiene que buscar la continuación llegando un momento que se terminan y la persona con discapacidad se queda a la mitad del total de escaleras.
Expongo algunos ejemplos de lo vivido, pero en general es una situación constante la que hubo, ya que la forma de comportarse de muchas personas es indebida, pues dejan de observar lo contenido en el artículo 16 de la Ley General para la Inclusión de las Personas con Discapacidad, que nos indica que las personas con alguna imposibilidad que tengan como apoyo para la realización de sus actividades cotidianas, un perro guía o animal de servicio, tienen derecho a que éstos accedan y permanezcan con ellos en todos los espacios en donde se desenvuelvan y que está prohibido cualquier restricción mediante la que se impida el ejercicio de este derecho.
En plática con Marce me comenta que todo esto lo vive a diario y de forma constante e inmediata, pues en infinidad de casos le prohíben el acceso, al grado que tiene que portar un texto de la Ley, para fundar se autorice su ingreso a determinado lugar que se lo impide, ya que le argumentan en algunas ocasiones que el hecho que fitgy sea perra guía no le quita el carácter de mascota. Los ciudadanos debemos tomar conciencia realmente de respetar todo lo relacionado a la inclusión de discapacitados. Sin embargo no lo hacen muchos, tal es el caso de ocupar cajones de estacionamiento exclusivos para ellos sin empacho alguno y cínicamente, por lo que surge la pregunta a las personas que lo hacen ¿realmente quieren ocupar el lugar de un discapacitado? hagamos conciencia desde nuestra casa y amistades para que en cumplimiento de un derecho cívico respetemos la dignidad de estas personas. Y no necesariamente por que lo diga una Ley, el comportamiento y actitud a tomar con los discapacitados, está en uno mismo.
Les transcribo unas líneas que le pedí a Marce redactara para agregarlas a este artículo: “Tener un perro guía es caminar con libertad. Soy Marcela lorenzana y tengo 21 años, vivo la discapacidad visual acompañada de Fitgy, mi perro guía, mis ojos. Considero que es toda una experiencia a contar, vivir en México con un perro guía es una experiencia que deja mucho que aprender y da mucha oportunidad para enseñar. México me ha dado la oportunidad de aprovechar el trabajo de Fitgy y ser independiente. Cómo hay buenas experiencias que provocan la lucha y hacen que uno luche por el derecho de poder acceder a un lugar con el perro lazarillo. El trabajo de personas con perros es poder educar a su ciudad para que respeten y valoren el trabajo de estos perros y así poder crear cultura sobre el tema. Es importante recordar que un perro guía no es una mascota, sino los ojos de una persona con discapacidad visual”.
Quedo de ustedes.
Mtro. en D. C. Gerardo Francisco López Thomas.