Hace unos días fui a Liverpool y me encontré con adornos de Halloween e incluso de Navidad. Pero no solo eso, desde el 1ro de agosto mi TikTok comenzó a llenarse de tonos naranjas y cafés, y Starbucks ya lanzó su vaso de otoño (que, por supuesto, ya tengo, aunque permanecerá en la alacena hasta el 23 de septiembre). Parece que hay una prisa por vivir más rápido, una aceleración del tiempo que está afectando a la sociedad de diversas maneras. Sin embargo, hay algo en particular que me hizo reflexionar.
Soy psicóloga infantil, especializada en el acompañamiento procesal jurídico para niñas, niños y adolescentes. Mi trabajo consiste en apoyar a las infancias involucradas en procesos de justicia, acompañándolos para que su participación no sea revictimizante. En este contexto, el testimonio infantil adquiere una relevancia crucial, pero es un mundo completamente diferente al testimonio adulto. Y aquí quiero hacer una pausa: ¿alguna vez han escuchado la narrativa de un niño pequeño al contar una película? Es probable que Riley haya comido cartón con brócoli, que las emociones estuvieran en una casa de almohadas y que Ansiedad atrapara a las emociones para meterlas en un bote, mientras Furia llamaba a Bolsi para jugar videojuegos y Ansiedad se sentaba en un sillón.
El testimonio infantil está atravesado por las características propias de la infancia y su etapa de desarrollo, donde juegan diferentes factores como el pensamiento concreto y egocéntrico, la situación emocional, la memoria, el pensamiento intuitivo y el manejo del tiempo y el espacio. Y es este último aspecto, el del tiempo, lo que vino a mi mente al ver las calabazas y fantasmas en pleno agosto.
Los niños y niñas no comprenden ni manejan la noción de tiempo absoluto y convenido como lo hacemos los adultos, ya que no poseen la capacidad de combinar y manejar variables abstractas. Por lo tanto, su concepto del “tiempo” está profundamente ligado a experiencias subjetivas, a eventos vinculados a su vida cotidiana. Es posible que no sepan el día o la hora exacta en que sucedió algo, pero sí podrán decir que fue “a la hora de dormir” o “cuando estaban pasando Bluey en la televisión”.
Cuando un niño es víctima de un delito, su testimonio es vital en el proceso, y es tarea de los profesionales expertos acompañar al niño a organizar una situación que, por su propio desarrollo, ya está desorganizada. Si a esto le sumamos la carga emocional de lo que vivieron y la ansiedad que implica participar en un proceso diseñado para adultos, el desafío es aún mayor.
Durante los testimonios, se suele asignar un título a ciertos momentos para ayudar a construir la narrativa, como “La fiesta de Juan”, “El día de la clase de deportes” o “El día de la panadería”.
Y aquí surge una pregunta: ¿Qué día sería “Cuando vendían fantasmas en Liverpool”? La ubicación temporal podría ser la época de Día de Muertos, o tal vez a inicios de agosto.