En Oaxaca, como en la gran parte de estados de la República, la violencia de género ha incrementado considerablemente, y los cuestionamientos entre líneas son los siguientes ¿Por qué cada día se incrementa el índice de hechos delictivos sexuales hacia las mujeres?, ¿Por qué existe inseguridad?, ¿Por qué el hartazgo de la sociedad que prefiere hacer justicia de propia mano?; las interrogantes son múltiples y las respuestas también, es cierto que como sociedad no estamos cumpliendo al cien por ciento el rol que nos corresponde, que hemos dejado de inculcar valores y prestar atención, que nos hemos vuelto apáticos y en muchas ocasiones pensamos que estamos lejos de ser víctimas de algún tipo de violencia; todos los seres humanos estamos expuestos a sufrir algún menos cabo en nuestra integridad, sin embargo es importante reconocer sin afán de marcar dos mundos opuestos, que en mayor grado la mujer es a quien se violenta, y ante estas situaciones no siempre contamos con el auxilio oportuno y lo que es peor, en la mayoría de casos nos enfrentamos ante la pasividad de las instituciones, cuyo labor es precisamente, la prevención del delito, la protección ciudadana y la procuración de justicia.
En días pasados, fui testigo de todo lo anterior, en un hecho que tuvo origen en la Ciudad de Oaxaca, concretamente una joven mujer fue violentada sexualmente a plena luz del día en una zona bastante transitada de la Ciudad. Solicitamos el auxilio al número de emergencia 911, ya que el agresor aún se encontraba en el lugar de los hechos, por lo que insistimos hasta que después de casi treinta minutos llegó una patrulla de la Policía Municipal de la Ciudad, a bordo de ella una policía mujer de aproximadamente cincuenta y seis años de edad y un elemento que iba manejando la patrulla; se les indicó sobre lo sucedido y señalamos inmediatamente al agresor, quien al percatarse de la presencia de la Policía intentó darse a la fuga. Los policías expresaron textualmente que no podían detener al agresor porque en palabras de la Policía “aparentemente era una persona que padecía de sus facultades mentales y que estaba en situación de calle”, por lo que a pesar del delito que se había consumado, no iban a proceder a la detención lo único que podían hacer dijo la Comandante es “corretearlo” para que se vaya de este lugar (vía pública); en ese momento fue tanta la impotencia y coraje que exigimos la detención del agresor y fue hasta que tome el celular para comenzar a tomar fotos y vídeos cuando molestos los elementos procedieron a detenerlo expresando lo siguiente: “bajo su responsabilidad lo vamos a detener, y vamos al cuartel para que hable con el juez y usted le explique”, por supuesto que me mantuve firme en la petición a pesar de la forma amenazante en que actuaron los elementos, pues independientemente de que tuviera o no algún problema mental o alguna capacidad diferente, eso no justificaba el hecho, que trajo como consecuencia un deterioro en la integridad emocional y psicológica de la víctima.
El mismo escenario se llevó a cabo posteriormente en el Cuartel Morelos de la Policía Municipal ante el Juez Calificador, quien pretendía arrestar al agresor por una falta administrativa y no hacer de conocimiento al Agente del Ministerio Público de la Fiscalía Especializada en Delitos Contra la Mujer por Razón de Género; tuvimos nuevamente que justificar y dar mil explicaciones para que procedieran a la puesta a disposición. Ya en la Fiscalía las cosas no cambiaron mucho, pues la respuesta fue concretamente “pues vamos a recibirlo, pero evidentemente no está bien y es una persona inimputable”; procedieron a tomar la denuncia y realizar los actos de investigación mínimos (por cumplir), y tal vez para que no siguiéramos ahí exigiendo que cumplieran con su trabajo.
Ante todo esto me dio tristeza y coraje, durante las cuarenta y ocho horas siguientes aún con todo el deterioro emocional y psicológico de la víctima estuvimos pendientes y haciendo todo lo necesario para que el asunto fuera judicializado, pues es increíble la forma en la que se re victimiza a la persona que fue violentada, y las interrogantes tanto de la los Agentes de Investigación y de los Fiscales en turno, son la primera pared con la que se topa una mujer que ha sido violentada, todos miran y cuestionan como si el hecho de que un extraño haya perpetrado nuestro cuerpo no fuera razón suficiente para ser tratadas con más tacto y menos indiferencia; ya en la audiencia inicial ante el juez de control, nuevamente la Fiscalía insiste en que es imposible se lleve a cabo la audiencia por el estado evidente de inimputabilidad del investigado, lo anterior sin haber recabado las pruebas necesarias para acreditar lo que supuestamente era “evidente”.
Con el trabajo del Asesor Jurídico de la víctima fue posible se ordenara recabar las pruebas necesarias para determinar si será mediante el procedimiento especial para personas inimputables que deberá seguirse el proceso en contra del agresor. Actualmente él se encuentra bajo una medida de seguridad, hasta en tanto sea determinado procesalmente mediante pruebas idóneas la situación real del investigado.
Con todo lo anterior, es importante diferenciar entre dos figuras que son la inimputabilidad y la impunidad. En el presente caso, las instituciones al parecer las toman como sinónimos, pretenden justificar en el hecho de que el agresor tenga capacidades diferentes su inactividad como entes investigadores; ahí es en donde nos cuestionamos, entonces ¿Qué efecto han generado las capacitaciones que han sido implementadas?, según el dicho de los comunicados oficiales; esa indiferencia, falta de conocimiento y apatía, precisamente son las causas de que los hechos delictivos en contra de mujeres en lugar de disminuir vayan en incremento, porque no se detiene a los agresores, y si los detienen los arrestan por treinta y seis horas y salen libres, o porque durante las cuarenta y ocho horas ante el Ministerio Público no se investiga fehacientemente.
Acompañé a la víctima desde el hecho hasta la audiencia inicial, tiempo en el que sólo pude pensar una cosa, ¿cuántos casos más como este habrán quedado impunes?, y por cuantos casos así es que siguen los agresores en libertad violentando a más mujeres, algunas tal vez tienen el valor de pedir auxilio y denunciar, pero cuantas no se han quedado calladas por miedo, pena, impotencia, porque simplemente no pueden hacerlo porque son menores de edad, por no tener los recursos suficientes para exigir justicia, o por la indiferencia con la que son tratadas por las instituciones que se supone, son especialistas en atenderlas.
Caigo en cuenta que las Instituciones de procuración de justicia tienden a popularizarse en las redes sociales y eso les encanta, con los desplegados de imágenes sobre reuniones, acciones, comparecencias, ruedas de prensa, comunicados, homenajes, participaciones en eventos sociales, en recorridos en diversos sectores, mercados, áreas públicas en donde puedan tomarse la foto con “el pueblo”; es como si anduvieran en campaña permanente como un político cualquiera; pero en la realidad no cuentan con la capacitación y la vocación de servicio a que se han comprometido cuando han protestado el cargo que ostentan como servidores públicos; la actuación de la policía municipal es reprobable, pero de sus titulares y mandos lo es mucho peor, y de la Fiscalía está por demás decirlo, no se están cumpliendo los estándares; se minimizan los hechos y como sociedad podríamos hacer lo mismo.
Créanme, cuando nos toca vivirlo en carne propia es cuando nos damos cuenta del terror que se siente vivir en una sociedad donde ser mujer es un riesgo porque si eres violentada es muy probable que pases a formar parte de las estadísticas en números rojos, porque sería un caso más impune.
La violencia por razón de género es una ola negra que nos está consumiendo, pero en cada uno está la posibilidad de contribuir para que cada vez sean menos casos impunes; démosle la importancia que estos hechos requieren, solidaricémonos, prestemos atención y auxilio, eduquemos con amor, y prestemos a los pequeños de casa el tiempo necesario, que tengan la confianza de decirnos todo lo que les sucede, si alguien quiso hacerles daño, o tocar su cuerpo, que sepan que nadie tiene ese derecho; pero también inculquemos que ellos no tienen derecho de violentar a nadie, que ellos no sean los agresores de mañana eso es tarea de todos; esa es una manera coherente y necesaria de contribuir en esta lucha en la que en las calles, el trabajo, la escuela y en todos lados se clama ¡Ni Una Más!; y de las instituciones exijamos justicia, no comunicados, justicia en las salas de los juzgados, ahí, peleando con todo el conocimiento posible, para que las víctimas tengan acceso a la justicia real.