Hoy 12 de julio celebramos el día del abogado, esto, porque históricamente, un día como hoy pero del año de 1553 se impartió la primer clase de derecho en América por parte del licenciado Bartolomé de Frías y Albornoz en la Real y Pontificia Universidad de México, hoy UNAM y fue en el año de 1960 cuando el Presidente de la Republica, licenciado Adolfo López Mateos lo declaró oficialmente como el día de los abogados, por lo que cumplimos 52 años festejando esta noble carrera.
Ante este festejo, bien vale la pena, hacer un alto en nuestro diario laborar y reflexionar lo que realmente significa ser abogado, en los tiempos del imperio Romano, existía la figura del “advocatus” quien era un defensor experto en materia jurídica para que ayudara a un acusado a defender su causa, dicho término se puede decir que es el origen de lo que conocemos como abogado, principalmente a la persona que estudia el derecho, los abogados, tenemos la obligación humana de proporcionar asesoría a quien nos la solicite, tratando de hacerla lo más técnica y acertada posible. Tenemos un campo de trabajo por no decir total en todas las actividades humanas, bastante amplio ya que, como estudiosos del derecho nos toca aplicar el orden normativo y exigir su cumplimento para una buena aplicación, esto es, los abogados nos desempeñamos en los tres poderes de gobierno, y en sus tres niveles, podemos laborar como defensores particulares, autoridades judiciales o administrativas, asesores e infinidad de actos que requieren la asesoría jurídica. Debemos recordar que el derecho como la sociedad, a la que va dirigido, no es estático sino va evolucionando constantemente, por eso quien se diga un buen abogado tiene que tener la intención interior y personal de que día con día cultive su conocimiento por que al no hacerlo así, perderá la esencia también día con día, de ser abogado.
Es cierto que somos criticados en infinidad de ocasiones, también lo es, que en muchas somos reconocidos, me llama la atención un comentario que leí el día de hoy que el derecho puede ser la mejor profesión o el peor de los oficios, tiene razón esta frase y ahí recae precisamente, en nosotros los abogados rescatar o mantener el prestigio o desprestigio de nuestra carrera, a los jóvenes abogados recién egresados les recomiendo que con la frescura de mente y conocimiento que traen por ser egresados de una Universidad, sigan cultivándose para tratar de tener un conocimiento amplio, no total ya que eso es humanamente es imposible y así mismo en general a todos los abogados que en el ejercicio de su profesión se encuentren con alguna duda, tratar de resolverla y por qué no, preguntar, ya que si en algún momento nos quedamos con alguna duda, esta puede ser el germen que contamine un futuro conocimiento y si este conocimiento no lo aprendemos y aprehendemos no podremos desarrollar cabalmente una función en el lugar en que nos desempeñemos.
Tomemos en cuenta que desde las reformas constitucionales de 1994 a la fecha los abogados nos enfrentamos ante un caudal de enmiendas que se diseminan en leyes secundarias, principalmente voy a hacer mención de las reformas en materia de proceso penal del año 2008 y que entrarán en vigor en todo nuestro país tanto en fuero común como en fuero federal en el año 2016, ante ello, tratemos de cambiar nuestra forma de pensar, que para ser franco a mi me costó trabajo por ser un férreo constitucionalista, pero debemos de abrir nuestra mente, capacidad y deseos en reconocer un humanismo que siempre ha estado en nuestras leyes, pero no se la había dado la importancia que tiene actualmente, debemos de situarnos en los zapatos de las personas a las cuales les brindamos nuestros servicios, debemos entenderlas y por qué no, justificarlas. El abogado litigante nunca debe ser imparcial, el abogado litigante siempre debe ser parcial hacía su cliente, sea la victima, el imputado, el actor o el demandado. Aprovechemos, pues, la oportunidad que nos brinda la historia jurídica contemporánea para poner un granito de arena que sirva en algo al cimiento de una verdadera impartición de justicia.
Alejémonos o tratemos de quitarnos de los vicios procesales entendiendo como vicios la ignorancia, las dádivas, los pedimentos de dineros indebidos, el engaño e infinidad de situaciones que los que día con día nos desempeñamos en cada función ante un tribunal u oficina las sabemos. Se puede decir que se oye muy bonito pero que no se aplica, es verdad, pero nosotros tenemos la obligación de empezar por que si no lo hacemos nosotros a los que nos toca la transición jurídica las cosas no van a caminar bien.
Tomemos nuestra carrera como un ejemplo para que el día de mañana, cuando ya no estemos presentes haya un legado para la sociedad, para los seres humanos, para nuestras familias, para nuestros hijos y para tantas situaciones que pasivamente requieren de un abogado.
Me permito transcribir una expresión del abogado teórico, a que hace referencia Piero Calamandrei en su libro “De las buenas relaciones entre los jueces y abogados”, que se los recomiendo por cierto, y que dice: “volver a la naturaleza, precisamente o, como se ha dicho también, volver a la humanidad. Varias veces, en estos discursos nuestros, el deseo de expresarnos con un lenguaje inteligible incluso para un profano en cosas jurídicas, nos ha inducido a comparar el proceso con una máquina; pero lo esencial de esta reforma esta precisamente en lo contrario; es necesario que los jueces y los abogados, al servir a la justicia, se sientan, no máquinas, sino hombres, y se esfuercen en dar a todas sus relaciones la elasticidad, la simplicidad, el carácter genuinamente libre, el calor de comprensión, que se resuma, en Italia, en la palabra “humanidad”.
Por lo que para finalizar, por este medio envío una cordial, fraternal y extensiva felicitación a todos y cada uno de mis amigos, profesores, compañeros, conocidos, estudiantes de derecho y en general a todos y cada uno que se han motivado en ser abogados y ejercer desde diferentes ámbitos esta noble carrera., en este 12 de julio Día del Abogado.
Quedo de ustedes.
Mtro. en D.C. Gerardo Francisco López Thomas.